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  • Amanalco

Actualizado: 22 jun 2022

Un ícono de la arquitectura del siglo XVI en América HACIENDA AMANALCO

un secreto que guarda la ciudad de Cuernavaca





De su esplendor y auge subsiste un acueducto que cuenta con un muro ciego de 29 metros de largo y siete arcos con una longitud de 37 metros por dos de ancho. La altura del monumento, en su parte más baja, alcanza seis metros y el claro de los arcos es de cuatro. Dentro de la actual Hacienda Amanalco se ubican seis de sus arcos y el muro ciego; el séptimo cruza sobre la vía pública y de ahí deviene el nombre de la calle.



Considerada como un ícono de la arquitectura del siglo XVI,

rodeada por hermosos jardines, Hacienda Amanalco es el gran secreto que guarda la ciudad de Cuernavaca.



Hay diversos términos que se usan para hablar de las haciendas cañeras. La palabra hacienda hace referencia a la totalidad de las tierras propiedad de un hacendado, ya fueran de cultivo o complementarias, así como la infraestructura necesaria para el proceso productivo; como el azúcar se tenía que procesar en las cercanías del área de cultivo, una misma unidad productiva, si tenía importantes extensiones de tierra, podía tener varios sitios de molienda. El término “ingenio” tiene sus orígenes en la idea de la invención de máquinas —misma raíz que la ingeniería—. En estricto sentido, se refiere al sitio donde se tenía la maquinaria para la molienda, pero en el periodo colonial se usaba para designar en general las haciendas azucareras, o por lo menos su núcleo central o área de producción. El caso de la palabra “trapiche” es similar, porque en sí alude al aparato usado para triturar la caña, pero con el tiempo, en el uso cotidiano, se volvió sinónimo de hacienda productora de azúcar.

Los vestigios de la hacienda azucarera de Santa Ana Amanalco tiene sus orígenes en 1531, habiendo sido la cuarta de su tipo establecida en la Nueva España. Como espacio productivo, sus comienzos se vinculan a las iniciativas para introducir dicho cultivo por Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca.

El auge en la producción del trapiche de Amanalco fue a finales del siglo XVI cuando era de los más importantes de la región, rebasando la producción de otras fincas vecinas como Tlaltenango, propiedad del marqués.




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